¿Qué tipo de productos serían adecuados para nutrir a las plantas y mejorar los suelos al mismo tiempo?
Una fertilización correcta resulta ser siempre uno de los medios más eficaces para lograr las mejores cosechas, así como para mejorar la fertilidad del suelo.
Existen productos en el mercado con una triple acción: fertilizantes, mejoradores de suelos y correctores de la salinidad.
Para fertilizar, una combinación con gran potencial sería la formada por el yeso agrícola y la leonardita. De este modo, se proporcionarían tres elementos nutricionales esenciales para las plantas, ya que se aportaría calcio intercambiable y azufre en forma de sulfato cálcico, así como materia orgánica en forma de leonardita. Se formaría el complejo arcillo-húmico y, tanto la materia orgánica como los nutrientes aumentarían de esta forma la fertilidad del suelo. Además, esto supone un soporte para los microorganismos responsables de la conversión del amonio en nitrato acelerando los procesos de nitrificación. Así, si el nitrógeno es absorbido antes de convertirse en nitrato, existe un menor riesgo de pérdidas por lixiviación. A su vez, determinados microorganismos del suelo utilizan el carbono orgánico como intermediario, para desbloquear fósforo y mejorar la fijación de nitrógeno atmosférico. El resultado final es un aumento del rendimiento y productividad de los cultivos.
Para el lavado de sales. Uno de los mayores factores limitantes de la producción agrícola en ciertas zonas de la península son aguas y suelos con problemas de salinidad. El sodio ejerce efectos tóxicos directos sobre los cultivos además de afectar adversamente a las propiedades físicas de los suelos. Un producto que proporcione ácidos húmicos consigue disminuir los niveles de sodio al aumentar la capacidad de intercambio catiónico del suelo. Además, si se aporta el azufre y el calcio intercambiables anteriormente citados, éstos desplazan al sodio, haciendo posible su eliminación por lavado en forma de sal soluble, según la siguiente reacción química:
CaSO4 (acuoso) + 2 Na+ (adsorbido) Ca2+ (Adsorbido) + Na2SO4 (lavable)
Además, es importante evitar la acumulación de otras sales, tales como carbonatos y bicarbonatos y otros contaminantes como metales pesados a través de reacciones químicas similares. Un ejemplo es el aluminio, cuyos efectos tóxicos se pueden disminuir debido a su desplazamiento, lo que genera una mayor zona de raíces que beneficia al cultivo.
El reemplazamiento de los iones Na+ disminuye directamente la alcalinidad de los suelos. Además, el calcio reacciona con los iones bicarbonato, precipitándolo como CaCO3 y liberando protones que disminuyen el pH del suelo. Por otra parte, en el caso de suelos ácidos, si se consigue penetrar las superficies encostradas, se actúa a una mayor profundidad en comparación a enmiendas calizas (carbonato cálcico).
Para mejorar la estructura del suelo debemos contemplar tanto áreas a nivel físico como a nivel químico.
A nivel físico, la leonardita y el calcio producen la floculación de las arcillas, de manera que enlazan las partículas individuales del suelo y formar agregados más grandes. Esto mejora considerablemente el drenaje y aumenta las reservas de agua útil, aire y nutrientes en el suelo. También, ayuda a disminuir y prevenir la formación de costras en la superficie del suelo, como las de la imagen, mejorando las condiciones de tempero. El efecto final obtenido se ve potenciado por la sinergia de la leonardita y el sulfato de calcio, consiguiendo una notable mejora respecto a aplicaciones por separado.
Si los suelos están muy compactados, se convierten en prácticamente impenetrables, por lo que se tendría que conseguir la aireación de los suelos pesados y la mejora su estructura. De esta manera, el agua, los elementos nutritivos y las raíces podrían penetrar más fácilmente en el suelo.
A nivel químico está la mejora de la capacidad de intercambio catiónico de los suelos. Como también se produce el lavado de sodio y la precipitación de carbonatos y bicarbonatos (acidificación), se pone a disposición de las plantas iones como fosfatos, hierro o zinc, que de otra manera no podrían ser absorbidos. Así, se previene su precipitación y se aumenta su biodisponibilidad.
Al final, lo que se pretende con la utilización de este tipo de productos es mejorar la estructura y la fertilidad del suelo, un efecto prolongado en la eliminación de sodio y otras sales, el favorecer la germinación de semillas y el enraizamiento, evitar la creación de costras superficiales, facilitar las labores agrícolas, mejorar la cantidad y calidad de las cosechas aportando nutrientes en forma directamente asimilable, mejorar la eficiencia de los abonados al aumentar la capacidad de intercambio catiónico de los suelos, desbloquear nutrientes y prevenir el lavado y volatilización de los mismos, también el regular el pH de los suelos agrícolas, tanto de suelos alcalinos como ácidos, favorecer la actividad de los microorganismos edáficos y el ahorro de agua de riego, ya que se mejora la eficiencia en la absorción de agua por parte de los cultivos.
¿Cuáles serían las soluciones a largo plazo?
Como el suelo es el recurso básico de los agricultores, debe ser cuidado con el fin de mejorar, conservar y hacer un uso sostenible del mismo. El principal objetivo es conservar los recursos del suelo a fin de permitir su uso futuro: reducir las pérdidas de suelo, incrementar la fertilidad natural, mejorar la estructura del suelo y dejar el suelo en las mismas o mejores condiciones para generaciones futuras.
Además, el rendimiento de los cultivos está estrechamente ligado a la productividad del suelo la cual, a su vez, depende estrechamente del manejo dado.
La protección del suelo, así como la mejora continua de sus propiedades físicas, químicas y biológicas es algo que nunca debemos descuidar si queremos un desarrollo óptimo de los cultivos.