La deficiencia de azufre en las cosechas agrícolas era muy rara hasta los años noventa del siglo pasado. Esto se debía, principalmente, a que la disponibilidad de azufre estaba garantizada a partir de las emisiones industriales de SOx procedentes de la combustión de carburantes, por la denominada lluvia ácida.
La acertada entrada en vigor de leyes ambientales más restrictivas, sumada a la prohibición de ciertos agroquímicos ricos en azufre y, sobre todo, al aumento de las extracciones de los cultivos en una agricultura cada vez más intensiva, ha provocado una marcada disminución de la disponibilidad de azufre para las plantas en los terrenos de cultivo.
Este fenómeno explica que, si hace 20 años las deficiencias de azufre en los cultivos eran bastante raras, hoy han pasado a ser frecuentes. En este sentido, la deficiencia de azufre es más probable que ocurra bajo las siguientes condiciones:
• Suelos superficiales y ligeros, con escaso contenido en materia orgánica.
• Zonas con una elevada pluviometría durante el invierno.
• Zonas en las que son habituales las primaveras secas
• Zonas de cultivo que se caracterizan por la presencia de bajas temperaturas, ya que este aspecto climático reduce la mineralización de la materia orgánica.
• Zonas que se encuentra a una considerable distancia de centros industriales
• Zonas que, tradicionalmente, se han caracterizado por un bajo aporte al suelo de materia orgánica y azufre mineral.
Hoy día los agrónomos de todo el mundo destacan la necesidad de considerar la aportación extra del azufre como macronutriente de una forma similar al NPK, dada su importancia esencial para el crecimiento y desarrollo óptimo de las cosechas.
Junto con el nitrógeno, el azufre es imprescindible en la formación de las proteínas vegetales, a través de los aminoácidos Cysteina y Metionina, y es fundamental, además, para la síntesis de ácidos grasos y vitaminas. Asimismo, el azufre tiene un impacto importante en la calidad, sabor y olor de las cosechas, algo cada vez más valorado por el consumidor final.
El azufre también está involucrado en el proceso de fotosíntesis, en el metabolismo energético de la planta y en la producción de carbohidratos.
A partir de esta reflexión, la mejor forma de aportar azufre al suelo es en forma de azufre elemental, ya que esta forma del azufre es oxidada de manera natural por la microbiota del suelo hasta transformarse en sulfatos, directamente asimilables por la planta.
Durante este proceso de oxidación, se produce una reducción del pH del suelo y con ello un aumento de la disponibilidad de nutrientes como el fósforo, el hierro y el cobre, que permanecen bloqueados en suelos con pH básico.
Por otra parte, la aplicación de azufre elemental contribuye a la eliminación del sodio retenido en el complejo de cambio del suelo, equilibrando la conductividad eléctrica.
Además, el azufre, está estrechamente vinculado al nitrógeno en multitud de procesos biológicos, como componente del enzima necesario para la asimilación del nitrógeno, y su deficiencia afecta severamente a la capacidad de las plantas para metabolizarlo correctamente.